domingo, 26 de septiembre de 2010

José Luis Brea y el pensamiento libre



José Luis Brea no fue en ningún momento un pensador acomodaticio al sistema y no ahorró penetrantes, casi heroicas, críticas a ciertas políticas museísticas que no dejaron indiferentes a nadie y por las que fue objeto de más de una incomprensión y de injustos olvidos. Reivindicó el pensamiento libre no basado en el consenso ni sometido a los poderes fácticos y siempre lejos de lo que denominaba “lamentable bienestar”. Pero sobre todo practicó aquello que es tan poco común en nuestra profesión: la generosidad… y no únicamente la de amigo a amigo, de colega a colega , sino la más difícil: la generosidad científica. Sólo hay que consultar su página WEB (www.joseluisbrea.net) para constatar que su saber va más allá de fronteras, de la materialidad unida a la escritura, la biblioteca o el archivo de los centros hegemónicos de la cultura. Todo o casi todo su pensamiento, su obra, está en software libre y desde hace ya mucho tiempo al alcance de un lector “global”.

Y todo ello sin dejar de espolear lo que denominaba “economía de afectividad”: una geografía de los afectos , una afectividad precisa y cristalográfica. Y es precisamente esta metáfora de lo mineral lo que late crípticamente en el, ahora sí , ya último artículo en ::salonKritik:: que, como dejó dicho Brea , sólo podía ser publicado y leído después de su muerte: me refiero al ensayo "Mineralidad absoluta (el cristal se venga)" en el que bajo el dictado de Nietzsche, camufla el vértigo de una muerte inminente en la figura del “cristal”, el nivel más puro del mineral como decía el filósofo alemán para referirse al hecho que nuestro destino no era otro que el reino mineral. Con una valentía y un coraje absolutos, Brea nos hace participes de la conciencia de un tiempo último, sin regreso, de una vida en su fuga definitiva, en la que la materialidad absoluta más que la negra noche de un agujero en el centro de la materia es núcleo desde el que afloran la luz, los puntos interconectados, las chispas “sinápticas” o transmisoras que nos llevan hacia lo imprevisible: el destino final. Anna María Guasch

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